2021: Año Fintech

Cuando pensamos en innovación financiera, en la actualidad ponemos el acento en la industria Fintech, ya que es la que está aportando un valor diferencial real a la oferta tradicional de productos y servicios básicos frente a una banca que ha reaccionado a rebufo de las pequeñas empresas tecnológicas nacidas de las convulsas consecuencias de la crisis del 2008.

Asociar Fintech e innovación es intuitivo porque la tecnología define su base de actividad; pero deberíamos tener en cuenta que lo trascendente de la innovación no es añadir capas de tecnología (fundamentalmente digital) a productos o procesos ya existentes para mejorar los primeros o hacer más eficientes los segundos, sino que su efecto ha de tener la capacidad de mejorar los niveles de vida de las personas que están involucradas en su aplicación. Y hablo de las personas, no directamente de la empresa, ya que los resultados positivos en el balance de ésta serán consecuencia de que las innovaciones llevadas a cabo proporcionen ese incremento de calidad de vida de empleados y clientes. Los primeros porque se benefician del uso de herramientas que permiten mejorar su productividad y poner en valor sus habilidades para que esa innovación sea incremental; y los segundos porque pueden acceder a productos y servicios directamente relacionados con sus necesidades, mediante la adopción de aplicaciones y sistemas a su alcance en función de sus capacidades económicas y tecnológicas. En este punto, si la oferta y la demanda encuentran un equilibrio estable será cuando la innovación tenga sentido y éxito.

En la última década, la banca convencional ha luchado por alcanzar y mantener ese equilibrio con diferentes resultados, confusos cuando abordar la transformación digital ha venido aparejada del cierre de oficinas y reducción de plantilla. Paralelamente, nuevos agentes han entrado en liza partiendo de la ventaja de tener resuelta la propuesta de innovación tecnológica y una narrativa coherente con las expectativas del mercado. Así, Neobancos y Challenger Banks han ocupado una parte importante del panorama financiero y se han posicionado como las alternativas viables o como los aliados necesarios para sustentar el sector con una oferta conveniente, pertinente y que concierna a los intereses reales de sus clientes.

En medio de esta historia, se nos ha colado la crisis de la Covi19 trastocando la planificación estratégica de las entidades y, sobre todo, truncando vidas y proyectos personales. Los cambios de conducta de consumo de los clientes no solo han obedecido a la necesaria adaptación a una realidad donde los puntos de contacto se han reducido a los canales electrónicos, sino que el elevado desempleo, por un lado, y el requerimiento de perfiles tecnológicos, por otro, han ampliado el escenario de riesgo que no encaja con los modelos de evaluación estándares usados hasta el momento, los cuales han de ser revisados para incorporar parámetros relacionados con perfiles comportamentales y psicológicos.

Los factores que impulsaron las Fintech en estos años arraigaron con fuerza, si bien la crisis del coronavirus ha enfatizado su presencia, sobre todo en mercados como los asiáticos, donde los nuevos ecosistemas financieros avalados por Ant Financial (Alipay), Tencent (WeChat) y PayTM (PayTM Payments Bank) han afianzado, además, nuevos estilos de vida. En las economías occidentales, con ideologías y sistemas económicos muy diferentes, ha primado la regulación para proteger la privacidad de datos y permitir el acceso a la información bancaria (open banking), lo que ha favorecido la aparición de un número mayor de entidades en las que el usuario puede depositar su confianza, atributo que se ha convertido en valor estratégico.

Por encima de la oferta de productos y servicios (únicamente diferenciables por precio), estas dos variables, conocimiento del cliente y la confianza de éste, son las que marcarán la ventaja competitiva junto con una tercera: el propósito. Éste se ha convertido, más allá de las políticas particulares de RSC, en el eje principal de relación entre la empresa y su mercado, con el que puede demostrar la defensa de sus principios sociales y medioambientales, y con el que puede dar forma a sus objetivos de desarrollo.

Tecnología (5G, Apis abiertas, blockchain, AI, Data Sciences, XaaS…) y regulación harán que la banca tienda a ser cada día más invisible y ubicua. Que abandone la distribución vertical y se cuele mediante asociaciones en ecosistemas no financieros para dar soporte a transacciones financieras. Para lograrlo, será la proveedora de la plataforma y de los servicios (modulares como un tangram) ofertados, pero no será propietaria del canal ni responsable de la primera capa de experiencia del usuario, en la que éste debe sentirse autónomo y confiar en la seguridad de sus operaciones. El cliente será, no el centro, sino la entrada y salida de todo el proceso de negocio, en el que los ingresos no vendrán determinados por la venta de productos y servicios tasados, sino por el coste aplicado a las transacciones realizadas (asumido por el usuario y/o por las empresas que usan la plataforma financiera).

Mientras que a la banca convencional le costará cambiar su enfoque y adaptar su arquitectura heredada, las Fintech tienen en 2021 (segundo año de pandemia) la oportunidad de consolidarse manejando aquellas tres variables: conocimiento de cliente, confianza y propósito, para construir una conexión emocional con el cliente a través del valor que pueden aportar en cualquiera de los puntos de contacto que puedan establecer con él. No se trata de hiper-personalizar la oferta de servicios sino de estar (“sin estar”) detrás de cualquiera de las acciones que haga el usuario y que precise una transacción financiera.

 

José Manuel Navarro Llena

CMO MOMO Group.

 Publicado en el Nº 62 de IT USER (págs. 78-80)

eIDAS – PSD2 – GDPR: triángulo áureo.

El Reglamento eIDAS, relativo a la identificación electrónica y los servicios de confianza para las transacciones electrónicas, ha hecho posible la estandarización de los sitios de confianza que han de cumplir unos estrictos requisitos legales y de seguridad comunes a empresas y administraciones públicas. El régimen de supervisión y de responsabilidad que se ha instituido para todos los proveedores de servicios transaccionales digitales establece a nivel transfronterizo las mismas reglas de seguridad y transparencia, por lo que el mercado de comercio electrónico tiene abonado el terreno para crecer de forma controlada.

La firma electrónica (básica y avanzada) permite incrementar la eficacia de los procesos online, desde una tramitación burocrática hasta la compra por internet de cualquier producto o servicio, lo cual supuso allanar el camino para las dos directivas que entraron en vigor el año pasado: PSD2 (servicios de pago) y GDPR (protección de datos). Estos reglamentos europeos han creado el ecosistema conveniente para la gestación de la llamada “banca abierta” (Open Banking) ya que, por una parte la PSD2 regula cómo las entidades financieras comparten los datos de sus clientes y, por otra, la GDPR concreta la protección estricta de esos mismos datos. Aunque parezcan dos normativas enfrentadas, en realidad se complementan para poner el acento en la defensa de los usuarios, únicos propietarios de la información que atañe a todos los ámbitos de vida, sea ésta la referida a su actividad personal o a la profesional.

A pesar de que las tres directivas europeas mencionadas permiten un escenario propicio para realizar una banca más personalizada y responsable, generando nuevos espacios para incrementar las relaciones con los clientes, parece que Fintech y Bigtech pueden estar amenazando el 40% de sus ingresos (según la consultora Roland Berger) por la lentitud con la que están respondiendo a los cambios introducidos, sobre todo, por el tándem de las directivas PSD2/GDPR.

La directiva de servicios de pago permite a los clientes autorizar a su banco a que comparta sus datos con otras empresas, como las grandes tecnológicas, distribuidoras y “telcos”, para contratar servicios típicamente financieros fuera del canal convencional. Ello amplía las posibilidades que tienen de acceder a ofertas más convenientes para sus intereses, pero tiene dos consecuencias inmediatas para la banca: desbloquea el férreo control que ha tenido sobre las posiciones financieras de sus clientes (y, con ello, la base para mantenerlos cautivos dentro de rutas de fidelización soportadas en el mayor número de contratos posible) y, la segunda, la protección que históricamente les ha proporcionado la regulación empieza a desdibujarse ya que el nuevo frente que se les abre, el tecnológico, sí que está regulado para todos los actores que quieren disputarse el mismo mercado.

Por su parte, la directiva de protección de datos se ha mostrado muy estricta en el cumplimiento de protección de los consumidores europeos frente al uso de sus datos sin su consentimiento expreso; y, también, en relación con los estrictos requisitos técnicos y organizativos que han de cumplir las empresas que quieran gestionar su información una vez recibida la aprobación de aquéllos para poder hacerlo. Ello afecta a cualquier empresa que opere con consumidores de la UE, aunque sus sedes estén fuera de los países comunitarios (recordemos la reciente multa impuesta a Google).

Los tres instrumentos legislativos comentados representan un enorme salto cualitativo en el mercado de los pagos y, en especial, en el sector financiero ya que han transformado las reglas del marketing relacional para adaptarlas al nuevo escenario, el cual se enfrenta a la paradoja de que solo el 33% de los clientes confía en su banco, mientas que es menor el porcentaje de usuarios que confía en sus operadoras de telefonía o en las grandes tecnológicas para depositar su dinero (estudio Global Review 2018 de Ernst & Young). Y aún menor el número de personas que conocen el alcance de la nueva legislación y de las opciones de la “banca abierta”.

Si a ello sumamos que el 20% de las entidades han adaptado sus sistemas a las tres directivas, adivinen quiénes van a tomar ventaja.

 

 

José Manuel Navarro Llena

CMO MOMO Group

@jmnllena

 

Publicado en el Nº 46 de IT USER (págs. 136-137)

PSD2: Open Banking y colaboración

Para la transformación digital de los servicios financieros en general, y de la banca en particular, este año es muy significativo ya que, entre otras cuestiones importantes, ha entrado en vigor la nueva Directiva de la Unión Europea PSD2. Y nos trae un cambio fundamental y revolucionario para todos los participantes del proceso: Fintech, banca y consumidores. La directiva está orientada a fomentar la competencia, proteger a los consumidores y permitir la irrupción de nuevos modelos de negocio en Internet. Pero ¿qué significa esto?  

 

Que la PSD2 está “obligando” a los bancos a transformarse profundamente, a adaptarse a un nuevo entorno tecnológico y competitivo. La directiva está reduciendo las limitaciones para que aparezcan nuevos “players” que puedan ofrecer una alternativa en productos y servicios financieros. Además, está impulsando la creación de un ecosistema donde challenger Banks, neobanks, Fintech y banca clásica puedan trabajar juntos para crear productos y soluciones a medida de los consumidores. Porque la competitividad en el sector financiero, sobre todo con los gigantes tecnológicos queriendo abarcar parte del mercado bancario, requiere de esta colaboración entre banca y Fintech impulsando creación de un modelo de negocio bancario más flexible y orientado al cliente.  

 

Hablando de clientes, la PSD2 insiste en que el cliente sea el centro del negocio, le da el poder de ser el propietario de sus datos y la capacidad de elección, además de ofrecerle mayor protección.  Esto significa que el cliente puede autorizar a terceros para que puedan acceder a sus datos, con mayor seguridad, en la plataforma de su banco y realizar operaciones en su nombre. Estos terceros son: TPP (proveedores de servicios de pago), PISP (proveedores de servicios de iniciación de pago) y AISP (proveedores de servicio de información de cuentas) y pueden hacer pagos por orden del cliente y gestionar soluciones financieras personalizadas.  

 

El mundo financiero apuesta por la implantación de APIs para su transformación, abrir los datos bancarios a desarrolladores, startups y otros participantes del campo Fintech a través de plataformas abiertas supone el inicio de la era de Open banking. Y este movimiento hacia Open Banking y APIs abiertas aumenta la velocidad del cambio en la industria en general, en la medida que las empresas FinTech generan soluciones que les permitan alinearse rápido con las nuevas oportunidades. 

 

El Open banking es sin duda es una buena herramienta para cambiar el entorno de pagos para beneficiar a los usuarios. Al permitir el acceso a los datos a terceros de forma segura, se facilita la verificación de las cuentas bancarias, lo que ayuda a luchar contra el fraude online con mayor eficacia.

 

Normativas como la PSD2, acompañadas de sistemas soportados en blockchain y API’s capaces de poner en conexión a los usuarios con todo el sistema financiero es lo que alienta un nuevo mercado de soluciones a medida de cada individuo, algo que en SEFIDE EDE tenemos como eje principal de nuestra actividad, apoyándonos además en el valor diferencial respecto de otras Fintech de ser entidad regulada, por lo que aunamos tecnología y regulación financiera en una oferta de servicios Fintech Store para un modelo de Open Banking completo.

 

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